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25.11.08

la enfermera

Mujer de apenas pasados los 30, incierto, ella es incierta. Pelo castaño, 1.72, delgada, cuando camina lo hace segura, como si supiese a donde va. Cree saber a donde está yendo. Eso seguro, en todo momento. Y en todo momento está confundida y hay un instante en que la confusión se le revela pero ese instante carece de la importancia suficiente como para poder decir confusión. La confusión existe pero no hay nada que la delate. ¿De que se trata vivir la confusión? Quiero decir, ¿Cómo se logra vivir en plena confusión? ¿Y qué es lo que sucede con ese instante que parecería querer decir pero que en realidad calla?

Entonces ella entra, abre la pesada puerta, fría, determinante ella y avanza. Avanza por el pasillo, viste de blanco, enteramente de blanco, ella, la enfermera que vuelve del trabajo.

Y está en el largo pasillo de entrada en su edificio y está cansada, camina lentamente “y todavía tengo que cargar con este cuerpo” piensa, dice la enfermera luego de su doble jornada. La luz tenue le recuerda el hospital, su largo día, por un momento hasta duda de haberse ido.

Al subir al primer piso piensa en su paciente de la 112, en como todo puede derrumbarse de momento a otro. “Seguir” dice, “de eso se trata”. Pestañea y sigue, sube otro piso y ya en el segundo, frente a la 203 piensa en Mariel, aquella mujer que seguía sin pronunciar palabra. Sus quejidos no tenían sonido, tan solo un gesto y el imperturbable silencio del cuarto. La enfermera lo sabe: ya no se llama dolor aquel que se volvió impronunciable.

Ve el número 203 sobre la puerta y se le ocurre golpear, preguntar por Mariel y lo hace. Alguien del otro lado responde, “está todo bien, Mariel ahora está descansando”.
“Es que estoy tan cansada”, piensa la enfermera mientras se vuelve hacia la escalera. “Creí haberme ido”, dice apurada por dejar atrás el segundo piso y con el su confusión.

Al subir al tercer piso se pregunta por su nuevo paciente, aquel que había llegado dormido y al despertarse le había preguntado si es que esto también formaba parte de un sueño. Al abrir la puerta de la 305, una mujer con uniforme celeste la recibe, le cambia la ropa y la recuesta sobre la cama. Con un gesto suave la tapa y muy suave también sale y cierra la puerta.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Amazing dav. Se podría filmar. O no.
Este podría ir en la página 23, por ejemplo... o no?

p

Santiago Maisonnave dijo...

Muy bueno. Muy.

Lola dijo...

está en un loquero?

Sybila dijo...

Es un placer leer sus letras, un placer muy grande.

Y este texto me parece, a pesar de esta oscuridad, luminoso, así, como si pasara de pronto la respiración de un ángel.

Hece algún tiempo que un texto no me entusiasmaba de esta forma, creo que otra vez, debo darle a usted las gracias.

Saludos, varios, muchos, circulares

Sibila

Sybila dijo...

D:

Me imaginé entonces el verano porteño...

Gracias, también, por responder. Y bueno, lo que decía en el comentario anterior lo sigo sosteniendo. Es lindo de verdad que un texto te emocione. Que te de una punzada y sigas recordando, de él, alguna imagen.

Eso me pasó. =)


P.D. Estoy leyendo Farabeuf, de Salvador Elizondo. Hay un pasaje que no pude evitar relacionar con estas letras... en cuanto lo tenga un poco más asentado, se lo comento.

Muchos saludos, me entusiasma saber de usted. =)


Sibila

Una chica asi dijo...

Muy hermosos tus escritos Deiv.
Seré una fiel lectora de ti y tus palabras.


:)

 

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